13/2/16

Controlar la menopausia [13-2-16]


Controlar la menopausia

Los efectos biológicos del cese de la menstruación no han cambiado desde los tiempos de nuestras abuelas. Pero sí el conocimiento sobre ellos y sus tratamientos. Para la mayoría de las mujeres, cambiar algunos hábitos puede ser suficiente para evitar que la menopausia altere su calidad de vida

A menudo se emplea la expresión “estás menopáusica” como reproche o como insulto. Pero menopáusicas son hoy más de nueve millones de mujeres en España y esa condición es el estado fisiológico normal de la mujer durante más de un tercio de su vida: acontece sobre los 51 años y la esperanza de vida supera los 85. Según los ginecólogos, casi una cuarta parte de las mujeres vive esta etapa vital sin ningún síntoma, y de las que sí notan los efectos de la menopausia, sólo un tercio tiene repercusiones tan acusadas que alteran su calidad de vida.

Los ginecólogos aseguran que entre los síntomas que más preocupan o molestan a las mujeres figuran la ganancia de peso, los sofocos, la sudoración nocturna y el insomnio, o la sequedad vaginal. Pero enfatizan que hay otros efectos derivados de la pérdida de estrógenos que igual no sienten inicialmente pero que tienen repercusiones graves en el organismo a medio o largo plazo, como la desaparición de la protección hormonal ante las enfermedades cardiovasculares, la pérdida de masa ósea y los cambios en la piel y las mucosas, que pueden derivar en atrofia vaginal.

Lo importante, explican, es que las mujeres conozcan bien qué hay de cierto y qué de mito o tabú en muchos de estos males que se atribuyen a la menopausia y adopten las medidas oportunas, porque bastan algunos cambios de hábitos –hacer ejercicio, no fumar, no tomar alcohol ni café o ajustar la dieta diaria– para eliminar o al menos minimizar muchos de ellos, y otros tienen tratamientos sencillos, seguros y efectivos. El presidente de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM), Rafael Sánchez Borrego, asegura que los hábitos y la forma de vida son fundamentales porque se ha comprobado que hay aspectos culturales que influyen en la sintomatología de la menopausia y mujeres de diferentes culturas tienen una menopausia diferente. “En japonés no existe la palabra sofocación como síntoma de la menopausia”, ejemplifica Magda Durán, responsable del área de menopausia del hospital Clínic de Barcelona y autora de Menopausia ¡naturalmente! (Lexus).

Ambos especialistas coinciden en que, en nuestra cultura, la mejor forma de prevenir y afrontar los efectos de la menopausia es llegar a ese momento sin hábitos tóxicos como fumar, beber o ingerir café, haciendo ejercicio y con una dieta que evite el sobrepeso. Sánchez Borrego propugna “el programa personal de los 51” años, que es la edad en la que más de la mitad de las mujeres tienen la última regla. “Las mujeres deberían aprovechar ese momento para hablar con el médico con que más relación tengan –médico de cabecera, ginecólogo u otro especialista– y establecer un programa personal de salud en función de sus antecedentes familiares de cáncer, osteoporosis u enfermedades cardiovasculares y de sus hábitos cotidianos para afrontar en mejores condiciones las dolencias que le puedan aquejar tras la menopausia”, explica. También la doctora Durán aconseja tomar conciencia de los riesgos con que cada mujer afronta esta etapa vital, y para ello considera importante que se hagan una densitometría al alcanzar la menopausia –un año sin regla– que permita comprobar con qué masa ósea llegan, y también un análisis de sus niveles de tiroides para observar si hay alteraciones. Pero no son estas las únicas herramientas que permiten a las mujeres controlar los efectos de la menopausia. Los ginecólogos proponen otros muchos consejos y terapias para afrontar los principales síntomas.

Aumento de peso No todos los ginecólogos admiten que la retirada del periodo provoque un aumento de peso, pero sí reconocen que conlleva un cambio en la distribución de la grasa en el cuerpo de la mujer. “Hay estudios que confirman que no crece la adiposidad por la caída de estrógenos pero sí que la grasa desaparece de muslos y glúteos y se deposita más en el abdomen, y eso tiene una importante repercusión en las enfermedades cardiovasculares”, afirma el presidente de la AEEM. Otros especialistas, como Begoña Olartecoechea, ginecóloga de la clínica Universitaria de Navarra, y Santiago Palacios, director del Instituto Palacios de Salud y Medicina de la Mujer, sí asumen que comiendo lo mismo y moviéndose igual, las mujeres engordan cuando llegan a la menopausia, por lo que aconsejan ser más rigurosos de lo habitual con la dieta y el ejercicio físico. “Según algunos estudios americanos se ganan unos cinco kilos durante la posmenopausia, de modo que lo ideal sería llegar a la última regla con cinco kilos menos del peso habitual o controlar la alimentación y hacer más ejercicio”, comenta Palacios.

Sofocos y sudoración Para muchas mujeres uno de los síntomas más molestos del cese de la regla son los sofocos –oleadas de calor y ansiedad provocadas por un aumento del flujo sanguíneo en la piel del cuello, cara y tórax–, que se repiten varias veces durante el día y que resultan muy molestas por la noche porque se acompañan de sudoración, interrumpen el sueño y dificultan el volver a dormirse. Están directamente relacionados con la caída de los niveles de estrógenos, y lo normal es que estos síntomas desaparezcan después de dos o tres años sin regla. Los ginecólogos aseguran que para la mayoría de las mujeres se trata de una molestia tolerable que se reduce con la práctica de ejercicio y que también mejora o desaparece con tratamientos naturales de fitoestrógenos, como la popular soja. “Cuando los síntomas son leves o moderados se recomiendan tratamientos naturales, tanto de isoflavonas de soja como de otras plantas como Cimicifuga rasemosa o extractos de polen”, apunta Magda Durán. Pero también advierte que no se trata de ingerir soja en la dieta, sino que hacen falta determinadas cantidades para que estos productos sean efectivos y eso sólo se consigue con los concentrados de farmacia. “Es posible que la mujeres orientales no tengan sofocos porque toman soja desde niñas, incluso cuando están en el vientre de su madre, o puede que sea por rasgos asociados a la etnia, pero para nosotras no es suficiente con incluir la soja en nuestra dieta a los 40 o 50, y por eso lo mejor es recurrir a los concentrados cuando haga falta”, coincide Oartecoechea.

Y si los síntomas son fuertes y afectan a la calidad de vida de la mujer, el consejo de todos los especialistas consultados es recurrir al tratamiento hormonal con estrógenos. “Se ha demonizado la terapia hormonal sustitutiva porque un estudio estadounidense asoció los tratamientos con estrógenos a más riesgo cardiovascular y de cáncer de mama, pero el año pasado todas las sociedades médicas implicadas consensuamos un documento explicando que, bien utilizada en cuanto a tiempo y dosis, los beneficios de esta terapia superan con creces cualquier posible riesgo”, dice el presidente de la AEEM.

Insomnio e irritabilidad Los problemas para dormir y las alteraciones de ánimo se atribuyen al papel de los estrógenos en el sistema nervioso central y en la sensación de bienestar. No obstante, la mayoría de los ginecólogos asegura que estos problemas suelen estar muy vinculados a los sofocos. “Si una mujer tiene síntomas muy acusados y se despierta por las noches por las oleadas de calor también está cansada, deprimida, irritable”, porque aunque no haya dormido ha de seguir con su vida laboral, familiar y personal un día y otro, comenta Durán. Y apunta que en esos casos se puede recurrir al tratamiento hormonal sustitutivo durante un máximo de cinco años. La doctora Olartecoechea indica que a veces los problemas para dormir también están relacionados con el cambio del ritmo urinario, y recuerda que la práctica regular de ejercicio también sirve para mejorar la calidad del sueño.

Pérdida de masa ósea La falta de estrógenos comporta una disminución de la masa ósea –entre el 5% y el 7%, según el doctor Palacios– fundamentalmente durante los cinco primeros años tras la menopausia. Por eso la responsable del área de menopausia del hospital Clínic considera importante solicitar una densitometría ósea al llegar a la menopausia para que cada mujer sepa con qué masa ósea cuenta. “Si desde pequeña, en la adolescencia y durante toda tu vida has tomado una dieta rica en calcio, has hecho ejercicio y has tomado el sol con moderación, eso se reflejará en tu masa ósea, y cuanto mayor sea la masa ósea con que llegas a la menopausia, menos daños te provocará la pérdida derivada de la caída de estrógenos”, detalla. Sánchez Borrego subraya que se ha demostrado que el consumo de café y de tabaco tienen una repercusión directa en la osteoporosis, del mismo modo que se sabe que el aporte de calcio y hacer ejercicio de forma regular la previenen. “Cada vez que el músculo se contrae y tira del hueso este se estimula y forma más hueso; así que caminar o trotar es obligatorio” para evitar la osteoporosis, indica Palacios, que también aconseja incluir en la dieta diaria dos yogures desnatados a partir de los 40 años. Olartecoechea enfatiza que la pérdida de masa ósea es silenciosa, no da síntomas, pero debilita el hueso y aumenta el riesgo de roturas de cadera, muñecas y vértebras. “Esto a los 60 no tiene tanta importancia, pero ahora que vivimos 80 y 90 años es relevante, porque una rotura a esas edades disminuye mucho la esperanza de vida”, relata. Coincide en que la mejor terapia es el ejercicio, pero remarca que ha de ser un ejercicio que impacte en el hueso, de modo que para esta finalidad no sirve la natación ni la gimnasia en el agua “porque al flotar el hueso no hace esfuerzo”. Y recuerda que para absorber bien el calcio también hace falta vitamina D, por lo que conviene asegurarse una pequeña exposición al sol. “Caminar 40 minutos al aire libre es más que suficiente salvo si hay patología”, indica.

Riesgos cardiovasculares Los ginecólogos advierten que, a partir de la menopausia, la mujer tiene más riesgo que los hombres de sufrir un infarto u otras enfermedades cardiovasculares. “Aumenta la tensión arterial en general, cambia el perfil lipídico porque aumenta el colesterol malo y disminuye el bueno, lo que eleva el riesgo de aterosclerosis”, alerta Olartecoechea. Y los cambios en la distribución de la grasa, que se acumula más en el abdomen, también inciden en el mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. También en este caso la receta de los especialistas es cuidar la dieta, en especial la ingesta de grasas, y practicar ejercicio.

Salud vaginal Otra de las consecuencias de los cambios hormonales de la menopausia es una mayor sequedad de la piel y de las mucosas, en especial de la vagina. “La atrofia vaginal es un síntoma que nos explican un 30% de las mujeres menopáusicas, y tiene una gran correlación con el tabaco y con la ausencia de relaciones sexuales, de modo que si la mujer no fuma y tiene relaciones mejora”, explica Santiago Palacios. Los ginecólogos subrayan que igual que con la edad las mujeres cuidan la piel de la cara cada día, deberían acostumbrarse a hidratar también la de la vagina.

La doctora Durán explica que los estrógenos intervienen en la lubricación de la vagina, y al caer los niveles de esta hormona la mucosa se seca, las relaciones sexuales resultan molestas, disminuye la líbido y se espacian las relaciones sexuales, lo que además de reducir la calidad de vida agrava el problema de la atrofia vaginal. Por otra parte, advierte que en muchos casos esa sequedad acaba provocando infecciones de orina de repetición. Para evitar todos estos males, los especialistas aconsejan utilizar lubricantes o aceites como el de Pompeya para las relaciones sexuales e hidratantes intravaginales dos veces a la semana, aunque en ocasiones también recetan cremas u óvulos de estrógenos.

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